José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque ocultamente
por temor a los judíos, rogó a Pilato que le dejaran retirar el cuerpo de
Jesús. Y Pilato se lo permitió. Vino, después, y retiró su cuerpo. Nicodemo, el
que había ido antes a Jesús de noche, vino también trayendo una mezcla de mirra
y áloe, como de cien libras (Jn 19,38).
Jesús, mi buen Jesús, ¿qué te han hecho? ¡Cuánto te echo en falta!
Tengo un nudo en la garganta. No puedo vivir sin tu mirada, ni tu sonrisa, sin
oír tu voz ni tu risa. Hoy seré valiente e iré con Nicodemo y con José de
Arimatea a pedir tu cuerpo muerto a Pilato. Me pasaré, junto a tu Madre, el día
velándote, contemplando y besando tus heridas. En la hora de la soledad, del
abandono total y del desprecio. Jesús, que sea valiente, que siempre dé la cara
por ti.
·
Ante el cuerpo muerto de Jesús dile de
corazón que nunca le dejarás.
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos, con los
aromas, como es costumbre sepultar entre los judíos (Jn 19).
Con San Josemaría te diré lo siguiente: Yo subiré con ellos al
pie de la Cruz, me apretaré al Cuerpo frío, cadáver de Cristo, con el fuego de
mi amor..., lo desclavaré con mis desagravios y mortificaciones..., lo
envolveré con el lienzo nuevo de mi vida limpia, y lo enterraré en mi pecho de
roca viva, de donde nadie me lo podrá arrancar, ¡y ahí, Señor, descansad!
Cuando todo el mundo os abandone y desprecie..., serviam!, os serviré, Señor.
·
Dile muchas veces: serviam, te serviré,
serviam…
Propósito: rezar el Via Crucis e ir a la Vigilia Pascual.