En verdad, en verdad os digo que si el
grano de trigo no muere al caer en tierra, queda infecundo; pero si muere,
produce mucho fruto (Jn 12, 24).
Para dar fruto, Jesús, hay que morir. Estas palabras son muy
fuertes y dan un poco de miedo. ¿Qué sentirá la semilla cuando la entierran? A
lo mejor tiene miedo al principio, pero luego cuando ve cómo le salen los
brotes, un ramita asoma por encima de la tierra, se ha de poner feliz. No
digamos cuando ve que de ser un granito enterrado pasa a ser un puñado de
espigas llenas de granos. No podría yo enterrar mi tiempo de videojuego o de
tele para que d é fruto de servicio en la casa.
¿Qué
más cosas podrías ofrecer a Jesús para que dé fruto?
Si alguien me sirve que me siga, y donde
yo estoy allí estará también mi servidor (Jn 12, 26).
Esto es bonito, Jesús. Prometes que estarás con aquel que te
sirva. Yo quiero servirte y dar buenos frutos. San Josemaría escribió en
Camino: “Acostúmbrate a decir que no”, y me doy cuenta que se refiere a decir
no a la comodidad y a la soberbia para dar buenos frutos. Porque para que haya
fruto es necesario esfuerzo: arar, sembrar, regar… Y a mi muchas veces se me
viene la tentación de pensar para qué me voy a complicar la vida si, total,
nadie vive más que para su propio interés.
¿Qué
buenos frutos puedo dar hoy, en esta semana?
Propósito: Fructificar ayudando en la
casa