domingo, 14 de agosto de 2016

¡Qué arda todo!

Jesús dijo a sus discípulos: “He venido a traer luego a la tierra ¡y cuánto desearía que estuviera ardiendo!”(Lc 12, 49).
Ese fuego, es el fuego de tu amor. Quisieras que el amor que le tienes a tu Padre, y que tu Padre te tiene, estuvieran en los corazones de muchas personas. Quieres hacernos arder. Necesitamos ese fuego. Pero nuestro corazón está frío, helado. A veces se dice que el corazón se derrite de amor por alguien, pero no es verdad. Es más de lo mismo: egoísmo. Pero ayer descubrí una cosa: el microondas traía una opción para des­congelar. Lo probé. Metí una carne que estaba tiesísima de puro frío, y salió como carne fresca. Si eso hace un aparado, ¡qué no eres capaz de hacer tú!
Deja que Jesús te queme el corazón en la oración y la Misa de hoy.
No he venido a traer la paz, sino la división (Lc 12, 51).
Ayer, vino a jugar con nosotros un niño de los que se juntan en el parque de arriba. Lo conozco porque lo veo los domingos en Misa. Le pregun­tamos por qué no se había juntado con sus amigos de arriba. Dijo que ya no le hablaban. Resulta que esos niños, hacían muchos chistes de doble sentido, y les dijo que eso no estaba bien. No todos lo tomaron bien, incluso uno lo amenazó. Así que por eso ya no se junta con ellos. La escena era absurda: había perdido sus amigos de arriba, pero estaba contento de haberse mantenido fiel a sus principios. Los del parque de abajo tenemos ahora un nuevo jugador.
¿Soy valiente y doy la cara por Dios?

Propósito: Usar el microondas de la oración.