Él les respondió: Moisés os permitió
repudiar a vuestras mujeres a causa de la dureza de vuestro corazón; pero al
principio no fue así (Mt 19, 8).
Esos fariseos eran unos necios. Pero yo no soy quien para
criticarlos. A mi, Jesús, cuando se me atraviesa algo entre ceja y ceja me
pongo como disco rayado: quiero ir a Mc, quiero ir a Mc, quiero ir a Mc… Hasta
que terminamos yendo. Por eso dice mi mamá que si alguna vez me peleo, que use
la cabeza, no para pensar, si para repartir cabezazos porque es lo más duro que
tengo. Yo no quiero ser un necio contigo Jesús y volverme duro de corazón.
Quiero saber escucharte en la oración, en los consejos de la confesión y
especialmente al momento de comulgar
¿En
qué tipo de situaciones te pones necio?
Quien sea capaz de entender, que entienda
(Mt 19, 12).
Más claro, sólo el agua embotellada. Jesús, entiendo que si uno
lucha por no ser necio, acaba comprendiéndote. Por eso el refrán: no hay peor
sordo que el que no quiere oír. Jesús, te lo vuelvo a pedir, que no me haga el
sordo con lo que me vas pidiendo en la oración. Y que sepa preguntar aquello
que no entiendo, que no sea como el avestruz, que cuentan que cuando ve un
peligro esconde la cabeza en un hoyo en la tierra. Que aprenda a volar en tu
Amor y le enseñe a otros a volar.
Platícale
a Jesús si te estás haciendo el sordo con alguna cosa.
Propósito: Lavarme bien las orejas para
oír a Dios.