martes, 2 de agosto de 2016

Dolor de amor

Cuando le vieron los discípulos caminando sobre el mar, se turbaron y decían: Es un fantasma; y llenos de miedo empezaron a gritar. Pero al instante Jesús comenzó a decirles: Tened confianza, soy yo, no temáis (Mt 14, 26-27).
Qué fácil es tener miedo cuando Tú no estás. Jesús, esos pobres apóstoles se llevaron un buen susto, pero por gusto. Mi abuela le gusta decir que el que nada debe nada teme. A mí también me algo similar cuan­do ando un pecado atravesado en el alma. Me creo cualquier cuento o superstición, hasta evito pasar por debajo de una escalera o cruzarme con un gato negro. Y me muero de miedo de lo que me pueda decir el sacerdote en la confesión. Y de que me miren que voy a confesarme y de que la gente hable de mí…
Para confesarse, siempre valiente.
Y cuando subieron a la barca cesó el viento. Los que estaban en la barca le adoraron diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios (Mt 14, 32-33).
¡Qué paz da la confesión! Es realmente como si vinieras a ponerte en medio de mi vida y dijeras, de pie y con fortaleza, que se calme el al­boroto que causa el amor propio; y viene la calma. Lo que pasa es que siempre da algo de miedito. Pero como dice el Papa, eso es señal que reconocemos que no estuvo bien lo que se hizo.
Pídele a Jesús aprender a tener dolor de amor y no miedo.

Propósito: una obra buena para reparar por los pecados.