jueves, 18 de agosto de 2016

Se aburren los aburridos

El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los con­vidados, pero no quisieron ir (Mt 22, 3).
Jesús, la vez pasada me regañó mi mamá porque me tardaba mucho en arreglarme y ya íbamos tarde. Me atrasé porque la verdad no quería ir. Era una fiesta de gente grande y no iba haber ningún amigo mío de mi edad. Le dije a mi mamá que iba a estar aburrido porque no conocía a nadie. Me explicó que me aburriría si sólo estaba pensando en mí y no me interesaba por los demás, aunque no los conociera. Imagino que a los de la parábola les pasó igual, se perdieron el banquete del Rey quizá porque pensaron que iba a estar aburrido. Y pensar que muchas veces el Rey que invita eres tú, Jesús.
Que nunca salga de mi boca “¡qué aburrido!”
Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encon­tréis, convidadlos a la boda (Mt 22, 9).
Jesús, ahora voy entendiendo, la clave para no aburrirse está en pensar en los demás. ¿Y si no los conozco? Da igual, ya los conoceré. Si no, cómo voy a tener más amigos. Si no cambio, terminaré saliendo siem­pre con el mismo grupito, y a la hora de hacer apostolado, van a ser contaditos con los dedos de las manos las personas a las que podré llevar a Dios.
Voy a dejarme de timideces egoístas y voy a conocer más gente.

Propósito: Hacer un nuevo amigo