martes, 30 de agosto de 2016

Confesión

Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio im­puro, y gritó con gran voz: Déjanos, ¿qué hay entre nosotros y tú, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? (Lc 4, 33-34).
Me acuerdo lo que dijiste, Jesús, “bienaventurados los limpios de cora­zón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8), los que viven la pureza son ami­gos tuyos, te ven y te hablan. Los que viven en el lodo de la suciedad, los que buscan el placer sin usar la razón huyen de Ti, no te pueden ver porque la impureza ciega el alma; por eso yo quiero siempre huir de lo que me puede ensuciar, para no ofenderte y porque sé que luego cuesta mucho volver…
Mira si hay algo cercano que te pueda ensuciar y córtalo…
Y Jesús le increpó diciendo: Calla y sal de él. Y el demonio, arrojándolo al suelo, allí en medio, salió de él, sin hacerle daño alguno. Quedaron todos atemorizados, y se decían unos a otros: ¿Qué palabra es ésta, que con potestad y fuerza manda a los espíritus impuros y salen? (Lc 4, 35-36).
Tú palabra siempre es eficaz, logra lo que quiere: “Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz” (Gn 1, 3)… A los Apóstoles al resucitar dijiste: “recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados” (Jn 20, 22-23): que nunca deje yo de ir al sacerdote a oír como me saca los demonios y a quedarme muy alegre porque me has perdonado.
Dale gracias a Dios por tantas veces que te ha sacado los demonios: bautismo y confesiones.

Propósito: Apuntar en “mi plan de vida” mi día de confesión.