lunes, 1 de agosto de 2016

Agárrense

Herodes, en efecto, había prendido a Juan, lo había enca­denado y puesto en la cárcel a causa de Herodías la mujer de su hermano Filipo, porque Juan le decía: No te es lícito tenerla. Y aunque quería matarlo, temía al pueblo, porque lo tenían como profeta (Mt 14, 3-5).
Jesús, dicen que uno admira en los demás lo que a uno le falta. Pues bien, lo que me apantalla y me deja con la boca abierta es la fortaleza de Juan Bautista. Una vez leí que el que tiene la virtud de la fortaleza es aquel que tiene una cabeza de hielo (ideas claras), corazón de fue­go (amores encendidos) y brazos de hierro (voluntad firme). A mí Jesús me parece que tengo la cabeza como cóctel de frutas (un revoltijo de ideas), corazón de gelatina (ahora quiero, ahora no quiero) y brazos de flan (blandito, blandito). ¡Ayúdame! ¡Ayúdame a ser fuerte para el bien, a tener el objetivo claro, y amarte (corazón) con obras concretas (volun­tad).
Sigue pidiéndole fortaleza a Jesús.
Y envió a decapitar a Juan en la cárcel (Mt 14, 10).
Siguiendo con los ejemplos de comida. Ayer me tocó comer tostadas. Estaban un poco aguadas porque la salsita había humedecido la tor­tilla. Estaban ricas, pero no se podían agarrar bien y, a medio camino entre la mesa y la boca, se destartalaban todas. Una tortilla aguada, no sirve para nada, quizá para sopa nada más. Fortaléceme, Jesús, para no ser un aguado. Quiero que te puedas apoyar en mí.
¿Cuáles serán esas “salsas” que tanto te aguadan?

Propósito: No quejarse.