Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para
que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna (Jn 3, 16).
Jesús,
hoy se recuerda tu sacrificio en la Cruz. El Papa Francisco en Cracovia nos
decía a los jóvenes: “Abrazando el madero de la cruz, Jesús abrazó la desnudez
y el hambre, la sed y la soledad, el dolor y la muerte de los hombres y mujeres
de todos los tiempos”. Gracias, Jesús, porque has querido cargar con nuestros
pecados y sufrir voluntariamente la muerte en Cruz. Quiero ser generoso como
Tú y pensar en el bien de los demás. Que no sea un miedoso que huye del
sacrificio y de lo que cuesta.
Ahora piensa en los sacrificios que puedes hacer para ser
cada días más parecido a Jesús.
Pues Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino
para que el mundo se salve por Él (Jn 3, 17).
Jesús,
en una ocasión me dijeron que si un hombre era sacrificado y exigente consigo
mismo entonces era muy comprensivo y cariñoso con los demás. Y la razón es
porque se va pareciendo a Ti, que has venido a este mundo no para condenarlo,
sino para salvar a todos por medio del sacrificio de la Cruz. A mí me falta
bastante exigencia personal y por eso soy frío o malo con los demás. ¡Que me
decida a ser sacrificado en el estudio y el trato con los demás!
Concreta pequeños sacrificios para vivir a diario.
Propósito: Levantar la Cruz de Jesús en mi vida.