Vio Jesús a Natanael que se acercaba y dijo de él: He aquí un
verdadero israelita en quien no hay doblez (Jn 1, 47).
¡Qué
buen piropo le echas, Jesús, a Bartolomé! Que era como un ángel, que no tenía
“doblez”, lo que decía lo hacía y no cambiaba aunque la situación fuera difícil.
Y es que cuando la Trinidad creó a millardos y millardos de ángeles les dijo “o
conmigo o contra mi” y ellos eligieron libremente de una vez para siempre y
nombró a tres capitanes. Jesús, ¡qué envidia de Miguel “Príncipe de la milicia
celestial”, de Gabriel “Mensajero de Dios”, de Rafael “Medicina del Señor”… a
los tres les pido ayuda y que no tenga nunca “doblez”, que mi “sí” sea siempre
“sí”.
Pide su especialidad a cada uno de los tres Arcángeles.
En verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto y a los
ángeles de Dios subir y bajar (Jn 1, 56).
Yo no
he visto ningún ángel, pero sé que tengo uno conmigo siempre –lo llamo así
“Ángel”, sin hacerme bolas– y que mi clase está llena de ellos porque somos
muchos compañeros. Pero donde se juntan todos los ángeles y arcángeles es en
Misa y en el Sagrario, por eso me gusta rezarles: “Oh Espíritus Angélicos que
custodiáis nuestros Tabernáculos, donde reposa la prenda adorable de la Sagrada
Eucaristía, defendedla de las profanaciones y conservadla a nuestro amor”. ¡Que
inmenso aeropuerto de ángeles es cada altar!
Encarga a los Arcángeles que cuiden a Jesús Hostia.
Propósito: Saludar a los ángeles del Sagrario… y a los otros