lunes, 12 de septiembre de 2016

Fe

Jesús, pues, se puso en camino con ellos. Y no estaba ya lejos de la casa cuando el centurión le envió unos amigos para decirle: Señor, no te tomes esa molestia, porque no soy digno de que entres en mi casa (Lc 7, 6).
Otro pasaje, Jesús, donde se ve que eres el Buen Pastor. Te avisan de aquel hombre enfermo y te pones en camino para ir a curarlo. Aquel centurión te mandó a decir unas palabras que te conmovieron y que nosotros repetimos en la Santa Misa justo antes de comulgar. Si aquel hombre no era digno, imagínate cómo estaré yo. Y eso que hasta en al­gunas ocasiones me hago el rogado para ir a Misa o para confesarme, o voy de mala cara. ¡Que sepa valorar la Santa Misa y tu presencia real en la Eucaristía!
Repite despacio la Comunión Espiritual.
Al oírlo, Jesús quedó admirado de él, y volviéndose a la mul­titud (…) dijo: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe (Lc 7, 9).
Me costó entender por qué dices que ese hombre tenía una gran fe. Yo hubiera dicho que tenía mucha humildad. Pero le pregunté al sacerdote del colegio y me dijo que era de gran fe porque no necesitaba verte en persona para saber que eras capaz de curar a su siervo. Y yo, en cam­bio, a veces me hago bolas sobre cómo es tu presencia en la Eucaristía. Por eso me ha servido aquello que me dijeron que para tener fe hay que pedirla y hay que ejercitarla.
Pide la fe y concreta cómo la vas a ejercitar.

Propósito: Hacer actos de fe al comulgar: “creo, pero aumenta mi fe”.