domingo, 4 de septiembre de 2016

Paletero

Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo (Lc 14, 33).
Un día de estos se me antojó una paleta: un helado de esos que traen una paleta en medio. Los hay de varios sabores y algunos vienen fo­rrados de chocola… ya me estoy distrayendo. Pues lo que te iba a decir Jesús es que iba ya con dos paletas que había comprado, y me salió un niño pobre. Se le quedó viendo a mi segunda paleta. Inmediatamente se me vino a la cabeza: ni se te ocurra pedirme la otra paleta. ¡Qué ingrato me sentí! Al final, me ganó más el remordimiento y se la regalé. Pero no siempre me pasa así. Es verdaderamente horrible esto de estar apegado a las cosas materiales.
¿Cuándo fue la última vez que compartiste y te costó?
Y el que no toma su cruz y me sigue, no puede ser mi discí­pulo (Lc 14, 27).
Mira Jesús, que eso de proponerme ser generoso o desprendido de mi dinero o mis cosas no es tan fácil. Me quedo muchas veces del diente al labio como dice mi papá. Me doy cuenta que ser desprendido, es decir no estar prendido, agarrado a mis cosas o dinero a mi me cuesta. Si alguien me pide prestado me hago el loco, y me pongo hecho un diablo si alguien agarra alguna de mis cosas.
Quizá es buen momento de que veas si en tu closet no hay muchas cosas que ya no usas. ¿No crees que alguien más las podrían necesitar?

Propósito: compartir paletas.