sábado, 15 de julio de 2017

Frutos de exportación

No todo el que me dice: Señor, Señor, entraren el Reino de los Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos (Mt 7, 21).
Bueno, Jesús, ya se ve que esta idea quieres que la tenga bien clarita: que no basta con las buenas intenciones, que hay que empeñarse en dar frutos. La verdad que algunos frutos hay en mi vida, aunque son frutos un poco pequeños y no muy sabrosos, que no son frutos de exportación. Jesús, sóplame algunas ideas, sugerencias para poder ofrecerte frutos grandes, sabrosos, capaces de ser catalogados como de exportación.
Sigue pidiéndole a Jesús que te sople sugerencias.
Por tanto, todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica, es como un hombre prudente que edificsu casa sobre roca: cayla lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e irrumpieron contra aquella casa, pero no se cayó porque estaba cimentada sobre roca (Mt 7, 24-25).
Para dar frutos buenos he de construir sobre roca, sobre la roca de vivir en gracia, de hacer mi 3+2 a diario, de buscarte, Jesús, en los sacra­mentos (Confesión y Comunión). El primer fruto que te quiero pedir que me ayudes a ofrecerte es el de la constancia, que aprenda a ser cons­tante un día, y otro día. ¡Ayúdame a perseverar!
Cuntale a Jess los motivos por los cuales te cuesta ser constante y luego pdele que te ayude a poner soluciones.

Propósito: fruto de constancia.