El día del cumpleaños de Herodes, la hija
de Herodías bailó delante de todos, y le gustó tanto a Herodes, que juró darle
lo que pidiera. Ella, aconsejada por su madre, le dijo: “Dame, ahora mismo, en
una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista”(Mt 14, 6-8).
¡Qué mujer más…! Será posible que tanto la haya cegado su vanidad.
“Es que bailo tan bien”, habrá dicho mientras se veía la punta de las uñas.
Creo que ni cuenta se dio de lo que estaba pidiendo: la cabeza de alguien. Sólo
pensarlo ya me estoy mareando. Jesús, qué terrible es el amor propio y que
grandes errores puede uno llegar a cometer.
Dile
a Jesús que te haga humilde.
El rey se entristeció, pero a causa de su
juramento y por no quedar mal con los invitados, ordenó que se la dieran; y mandó
degollar a Juan en la cárcel. (Mt 13, 9-10).
Herodes, no aguantó la presión del grupo. Decía que era amigo de
Juan, y lo mandó decapitar. Prefirió quedar bien y perder un verdadero amigo.
Hasta dónde llega uno por vanidad. A mí, ábreme bien los ojos, Jesús, para no
engañarme y creerme la “gran babosada”. Te pido como el cieguito del evangelio
“¡qué vea!”, que vea quién soy, para nunca hacer traición, ni ceder a la
presión de grupo.
Ser
original. Ser tú mismo. Ser hijo de Dios.
Propósito: pedir siempre la humildad.