En cuanto Marta oyó que Jesús venía,
salió a recibirle; María, en cambio, se quedó sentada en casa. Dijo Marta a
Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano (Jn 11,
20-21).
¡Esta Marta es una mujer de fe! Te tiene tanta confianza y cariño
que espera que arregles las cosas; no sabe cómo lo harás, pero lo espera. Si
yo hubiera estado ahí, me hubiera puesto nervioso o te estaría reclamando que
por qué no habías venido antes de que muriera Lázaro. Jesús, que cuando no
entienda alguna cosa que pasa no me ponga a reclamarte, alegarte o echarte la
culpa. Además, muchas veces, me pasa lo que me pasa porque me lo gano a pura
fuerza, y encima te echo las culpas.
Dile
a Jesús que te aumente la fe.
Y dicho esto fue y llamó a su hermana
María diciéndole en voz baja: El Maestro está aquí y te llama (Jn 11, 28).
Jesús, esta Marta me encanta. ¡Qué mujer! Es activa, no sabe estar
de brazos cruzados, rápida para hacer cosas, pero sobre todo Te tiene confianza
y Te lleva a otros. Con gran delicadeza saca a su hermana María de su luto para
que te vaya a buscar. ¡Yo quiero ser Marta! Pero que no sea del diente al
labio, porque como dice otro refrán de mi abuelo “del dicho al hecho queda
mucho trecho”.
Piensa
por tu cuenta “cómo martear” entre tus familiares, amigos y compañeros.
Propósito: ser Marta para los demás.