sábado, 22 de julio de 2017

Santa María Magdalena

Ellos dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les respondió: Se han lle­vado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto” (Jn 20, 13).
Hoy se celebra a María Magdalena y me la imagino, como otras ve­ces, llorando. Esta vez, Jesús, no llora por sus pecados, sino porque no encuentra tu cuerpo muerto. ¡Cómo lo iba a encontrar si Tú, Jesús, ha­bías resucitado! Pero la verdad es que me da envidia; cierto que una vez, antes de confesarme, lloré por mis pecados, por haberte ofendido tanto… quisiera que me des de verdad el “don de lágrimas”, llorar por lo importante y no como mi prima que tiene –dice papá– “lágrimas de cocodrilo viudo”, hace berrinche por cualquier capricho…
¿Por qué lloró yo, Jesús?
¡He visto al Señor!, y me ha dicho estas cosas (Jn 20, 18).
La Magdalena siguió llorando, pero de alegría, porque vio al Resucitado y habló con Él. Eso pasa siempre, Jesús, cuando resucitas en mi alma, después de un pecado gordo, y a veces estoy tan lloroso –o tan peno­so– que no me entero de lo que me dices usando la voz del Sacerdote: la Penitencia y un consejo para quererte más. Otras veces no me entero de la pura alegría del perdón, o porque me suena el celular… la cues­tión, Jesús, es que se me olvida la penitencia… y me preocupo y me pongo yo mismo mis penitencias… a ver si así acierto, porque ya me voy conociendo las penitencias que me suelen dejar. Pero, Jesús, quiero poner más cuidado y a grabar en mi alma las cosas que me dices en la Confesión.
Planea con Jesús cómo vivir los consejos de la última confesión.

Propósito: llorar de amor… y de dolor.