sábado, 25 de mayo de 2019

Mi vida es el “Buen olor de Cristo”


Si el mundo os odia, sabed que antes que a vosotros me ha odiado a mí. (…) Si me han perseguido a mí, también a voso­tros os perseguirán (Jn 15, 18.20).
A mí también me gusta la pesca, como a Jesús. Pero no con redes sino con caña, anzuelo y paciencia. Veo muchos peces. Algunos, como las carpas o los barbos o las tilapias, me dan pena porque viven en aguas sucias y estancadas. Otros, las truchas y salmones, se pasan la vida nadando siempre contracorriente. Buscan para sus crías lo mejor, la aguas limpias de los arroyos, de las montañas. Por eso, su carne color salmón es tan apreciada. Jesús, que no me deje llevar por la corriente, por lo que diga la gente. Y aunque algunos se rían y me ridiculicen, te buscaré siempre a Ti, Jesús mío, contracorriente.
Habla con Jesús: ¿Soy como Vicente: voy donde me lleva la gente?
Pero os harán todas estas cosas a causa de mi nombre (Jn 15, 21).
Mi encuentro con Jesús está en medio del mundo. No puedo refu­giarme en mi pecera. Nadando contracorriente voy purificando las aguas y creando a mi alrededor remansos de paz y alegría. Solo soy un pececillo, nada más, no una ballena, pero a Jesús —acuérdate— le encanta el pescado que nada contracorriente con el alma color salmón.
¡Cómo está el ambiente! Pues entonces a purificarlo. ¿Qué puedes hacer?
Propósito: alma color salmón.