viernes, 24 de mayo de 2019

Yo os he elegido y vuestro fruto permanecerá


Nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos (…) os he llamado ami­gos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a co­nocer (Jn 15, 14-15).
Jesús, muchas gracias por querer ser amigo de un tipo tan pesado como yo. Jesús, yo también quiero ser tan buen amigo, como Tú. Después de ti, mi mejor amigo es un chico de mi clase, gordito con el pelo muy corto, una voz aguda como de niñita y grandes antejos. Es tan torpe que se podría estrangular con el cordón de los zapatos. No existe en el mundo camisa capaz de aguantar dentro de sus pan­talones. Nunca será el Brad Pitt de los sueños de una niña, pero ¡es mi amigo! Quien tiene un amigo tiene un tesoro.
¿Pongo el corazón en Jesús, mi mejor amigo, mi tesoro?
No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca (Jn 15, 16).
Jesús, la amistad no es consecuencia de mi buen gusto a la hora de elegir. Eres tú, Jesús mío, el que me pones cerca personas para que me enriquezcan con su amistad: Porque donde está tu tesoro es­tará tu corazón (Mt, 6, 21). Como le decía un torero a otro hablando de su amigo: Fíjese si seremos amigos que no necesitamos hablarnos para entendernos.
Agradece a Jesús tener amigos tan buenos.
Propósito: cuidar a mis amigos.