sábado, 14 de junio de 2014

Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestro enemigos y rezad por los que os persigan (Mt 5, 43-44).
Un sacerdote recuerda que después de una guerra fratricida fue a verle una persona muy conocida, a quien habían asesinado muchos parien­tes en el cruce de un camino rural. Aquella persona quería levantar una cruz grande, precisamente en aquel lugar, como recuerdo de sus caí­dos. Yo le dije: —No debes hacerlo porque lo que te mueve es el odio hacia los asesinos y aquella cruz te sirve sólo para perpetuar el odio: no será la Cruz de Cristo, sino la cruz del diablo. La cruz no se hizo. Mi interlocutor supo perdonar.
u  ¿Tengo algún resentimiento o rencorcillo con alguien?
Pedro le preguntó —Señor, ¿cuántas veces tengo que per­donar a mi hermano cuando peque contra mí? ¿Hasta siete? (Mt 18, 21).
Jesús a San Pedro siete veces ya le parecía bastante. Sin embargo le di­ces: No siete, sino setenta veces siete. Es decir, siempre. Pero perdonar no es olvidar. Me puede pasar como la historia: ¿Por qué sigues echán­dome en cara mis antiguos pecados? —le dijo el marido a su mujer—; yo creía que los habías perdonado y olvidado. La mujer le replicó: Es cierto, pero quiero que tú no te olvides que yo te he perdonado y olvi­dado. Tal vez no sea posible olvidar, pero hay que hacer todo lo posible por no estarse acordando.
u  Jesús, que no le dé vueltas a las ofensas, que si no me invento una telenovela.

Propósito: perdonar y tratar de olvidar