jueves, 12 de junio de 2014

Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Aprended de mí, que soy manso y humilde de cora­zón, y encontraréis vuestro descanso (Mt 11,28-29).
Fue San Juan, el discípulo amado, quien hizo el descubrimiento. En la Última Cena, al recostar su cabeza sobre tu pecho escuchó los latidos que, al principio, sonaban algo así como: Ta-tof, Ta-tof… Pero luego, más claramente oyó: Te amo, Te perdono, Te quiero; le faltó tiempo para contárselo a los otros: —No os lo vais a creer… Jesús, tus apóstoles fueron atraídos por los latidos de tu Sagrado Corazón: Porque soy manso y humilde de corazón. Haz la experiencia del discípulo amado y busca en los Evangelios el Corazón de Cristo que se enternece con la viuda pobre, los niños que se le acercan, las multitudes hambrientas…
u  Pídele a Jesús que te dé un corazón como el suyo.
Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? (Jn 21,15).
Jesús, tres veces le haces la misma pregunta a San Pedro y tres veces Pedro te responde lo mismo: Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que te quiero. Jesús, buscas el cariño de tus discípulos y necesitas que te lo repitan muchas veces. Es la experiencia universal del amor, de un corazón que necesita sentirse querido.
u  Termina diciéndole a Jesús que SÍ a lo que te pida.

Propósito: auscultar el corazón de Jesús.