martes, 8 de agosto de 2017

Amabilidad

Inmediatamente después Jesús mandó a los discípulos que subieran a la barca y que se adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente (Mt 14, 22).
Ahora que me fijo con más atención, Jesús, me doy cuenta de que eres muy amable. Después de haber estado enseñándole a la gente, ha­ciendo curaciones, no te vas sin dejar de tener el detalle de despedirte. Probablemente tendrías unas palabras para cada una de las personas que estaban ahí. Jesús, yo quiero quererte y aprender de Ti a ser ama­ble. Ilumíname para descubrir qué detalles de amabilidad puedo tener con los de mi casa.
A lo mejor podrías comenzar por dar los “buenos días” con una sonrisa y dar las “buenas noches” antes de irte a la cama
Y, despedida la multitud, subió al monte a orar a solas; y des­pués de anochecer permanecía él solo allí (Mt 14, 23).
¡Con razón eres tan amable! Ya voy entendiendo. El secreto está en que pasas tiempo con tu Padre, haciendo oración. Por eso es que puedes querer a todos, incluso a los pesados e inoportunos. Y yo quebrándome la cabeza para ver en qué ser amable con los de mi casa. Si no dejo mi rato de oración cada día, seguro que me soplas al oído algunos detalli­tos de cariño con mi mamá, mi papá, mis hermanos…
Piensa en cosas concretas, no te quedes en generalidades como “voy a ser bueno”.

Propósito: sonreír cuando mi mamá o papá me explique algo