martes, 22 de agosto de 2017

Darlo todo

Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de los Cielos (Mt 19, 25).
Hace unos días vi a mi abuelita cosiendo. Me pidió que le enhebrara la aguja porque era tarde y ya no veía muy bien. No pude. Al final lo termi­nó haciendo ella. Ahora pienso, ¡y un camello! Ni mi abuela. No quiero ser de esos “ricos” cara-de-camello de los que habla el Evangelio, Jesús. Y aunque no tengo muchas propiedades a mi nombre, sí que llamo a muchas cosas “mías” y hay de aquel que me las toque.
¿No podría ser más generoso y prestar mis cosas más fácilmente?
El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna (Mt 19, 29).
Si a veces me cuesta tanto prestar las cosas, Jesús, ¿qué pasaría si tú me lo pidieras todo? Me mareo sólo de pensarlo. Tener que dejar el iPod, el carro, la bici, la tele, la laptop, mi camiseta del Madrid (sí, soy del Madrid y ¿qué?), y un largo etc. Un día le comencé a preguntar a un sacerdote si él podía ir al cine, si podía ir a bailar a fiestas, si podía ir a… Me paró, y me preguntó: ¿por qué te aflige tanto lo que se deja por Jesús? Piensa más en lo que Él te da. “Cien veces más y la vida eterna”, ¿te parece poco a cambio de lo que dejas? No sabía que contestar.
Tengo que pensar más en lo que gano que en lo que dejo a la hora de seguir a Jesús.

Propósito: prestar algo a alguien (aunque sea mi VISA de oración)… o mejor aún, ¡regalar!