Herodes, en efecto,
había prendido a Juan, lo había encadenado y puesto en la cárcel a causa de
Herodías la mujer de su hermano Filipo, porque Juan le decía: No te es lícito
tenerla. Y aunque quería matarlo, temía al pueblo, porque lo tenían como
profeta (Mt 14, 3-5).
Jesús, dicen que uno admira en los demás lo que a uno le falta.
Pues bien, lo que me apantalla y me deja con la boca abierta es la fortaleza de
Juan Bautista. Una vez leí que el que tiene la virtud de la fortaleza es aquel
que tiene una cabeza de hielo (ideas claras), corazón de fuego (amores
encendidos) y brazos de hierro (voluntad firme). A mí Jesús me parece que tengo
la cabeza como cóctel de frutas (un revoltijo de ideas), corazón de gelatina
(ahora quiero, ahora no quiero) y brazos de flan (blandito, blandito).
¡Ayúdame! ¡Ayúdame a ser fuerte para el bien, a tener el objetivo claro, y
amarte (corazón) con obras concretas (voluntad).
Sigue
pidiéndole fortaleza a Jesús.
Y envió a decapitar
a Juan en la cárcel (Mt 14, 10).
Siguiendo con los ejemplos de comida. Ayer me tocó comer tostadas.
Estaban un poco aguadas porque la salsita había humedecido la tortilla. Estaban
ricas, pero no se podían agarrar bien y, a medio camino entre la mesa y la
boca, se destartalaban todas. Una tortilla aguada, no sirve para nada, quizá
para sopa nada más. Fortaléceme, Jesús, para no ser un aguado. Quiero que te
puedas apoyar en mí.
¿Cuáles
serán esas “salsas” que tanto te aguadan?
Propósito: No
quejarse.