Y, llegado a su
ciudad, les enseñaba en su sinagoga, de manera que se admiraban (Mt 13, 54).
Jesús, veo que tienes una idea clara. Estas en esta tierra para
llevar a cabo una misión. No sólo predicas unas ideas bonitas y ya. Eso de dar
sermones bonitos se le da a muchos. Tú vienes a mostrarnos, con obras y con
palabras, el amor tan inmenso que Dios nos tiene. Por eso no te detienes ni
cuando estás cansado. La gente que te oía, se admiraba, pero no sólo por las
cosas bellas que decías, también porque veía que no te dejabas vencer por la
pereza ni el cansancio. A mí a veces me vence la pereza, porque a cansarme ya
ni tiempo me da.
Pídele
ayuda a Jesús, para derrotar a la pereza con fortaleza.
Y no hizo allí
muchos milagros a causa de su incredulidad (Mt 13, 58).
A pesar de que muchos se admiran, otros les pasa aquello que dicen
que es típico del mediocre: está delante de algo grande y no se da cuenta. A
veces pienso que si no veo muchos milagros en mi vida, es por incrédulo, por no
caer en la cuenta de las muchas maneras en las que intervienes en mi vida.
Quizá espero cosas muy llamativas. No me doy cuenta que cada sonrisa de mi mamá
o la alegría de mis hermanos es ya un regalo que me das.
Por
qué no haces cuenta de tanta cosa bonita que Dios hace en tu vida.
Propósito: ser
investigador, de las cosas buenas que hace Jesús contigo.