Ella, no obstante,
se acercó y se postró ante él diciendo: ¡Señor, ayúdame! (Mt 15, 25).
Vuelve aparecer este evangelio, Jesús, en este mes. Y te vuelvo a
pedir la fortaleza para poder arrancarte milagros para mi familia, para mis
amigos, para esta sociedad. Pero el primer milagro que te quiero pedir es para
mí. Ayúdame a tener una cabeza de hielo, un corazón de fuego y unos brazos de
hierro. Que no sea una gelatina que al primer desánimo o tropiezo tire la
toalla.
Sigue
hablando por tu cuenta pero como el que quiere arrancarle un milagro a Jesús.
Pero ella dijo: Es
verdad, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de las
mesas de sus amos. Entonces Jesús le respondió: ¡Oh mujer, grande es tu fe!
Hágase como tú quieres. Y quedó sana su hija en aquel instante. (Mt 15, 27-28).
Ya te lo dije hace unos días, Jesús, pero vuelvo a repetirlo: ¡Qué
bárbara esta mujer! Yo quiero una fe así que empape mi cabeza, mi corazón y mis
brazos. Una fe que me fortalezca. Pero no lo quiero sólo para ser mejor o
sentirme a gusto conmigo mismo. Quiero una fe fuerte para poder ayudar a los
demás y arrancarte los milagros para otros. Para llegar al cielo, volando muy
alto, cargado de muchos corazones que te amen.
Cuéntale
a Jesús los milagros que le quieres arrancar.
Propósito: Arrancar
milagros.