martes, 1 de agosto de 2017

Cara de vaca

Sus discípulos y le dijeron: “Explícanos la parábola de la cizaña del campo”. (Mt 13, 36).
Los discípulos son humildes y no tiene pena de preguntar lo que no en­tienden. Otro quizá hubiera puesto cara de inteligente aunque no cap­tara nada, o como dicen, ponen “cara de vaca”: ojos como platos, mirada perdida y boca entreabierta. Cuántas cosas se pierden cuando no se es humilde. Yo no quiero perderme tus enseñanzas, Jesús. Quiero captar hasta el porqué de los detalles más pequeños. Voy a levantar más la mano cuando esté contigo, Jesús.
Más vale un instante de vergüenza que una vida de ignorancia.
El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su reino a todos los que fueron causa de tropiezo y a los malvados, y los echarán al horno de fuego. Allí llorarán y les rechinarán los dientes. (Mt 13, 41-42).
La ignorancia es atrevida, dice el refrán. Mucha gente hace el mal por ignorancia. Jesús, cuando estaba en la cruz, pidió a su Padre que per­donara a los que lo crucificaban porque “no sabían lo que hacían”. Por no preguntar, por no averiguar bien, uno puede convertirse en causa de tropiezo, puede terminar obrando el mal. En cambio, cuando se sabe preguntar lo que no se entendió, se hace mucho bien a los demás. Quizá por eso me peleo a veces con mis papás. No pregunto el porqué de las cosas que me indican, y sólo las juzgo de injustas.
Si no entiendo, pregunto, así obedezco más rápido y mejor.

Propósito: preguntar antes de juzgar