domingo, 9 de diciembre de 2012

¡¡Palabra de Dios!!


El año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y de la región de Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo el Sumo Sacerdote Anás y Caifás, vino la Palabra de Dios (Lc 3, 1-2).
Jesús, ¡vaya trabalenguas! Esto es más difícil que lo de los Tres tristes tigres comen trigo en un trigal… Decía un ateo que estaba dispuesto a aceptar todo el Credo a excepción de lo de Poncio Pilato. Y es que para algunos, la vida de Jesús es una especie de fábula ejemplar, un cuento chino, un mito. ¡Qué tontería! Jesús, has entrado en la Historia de forma patente e inequívoca. Jesús, tu paso por el mundo es un hecho indiscutible. Que se lo pregunten sino a Tiberio César, Filipo, Lisanias o Poncio Pilato. Pero sobre todo, Jesús, nos has dejado tus huellas palpables en los Sacramentos y en el Evangelio, ¡¡Palabra de Dios!!
·         ¿Conozco tu Vida? ¿Leo los Evangelios?
Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestro ojos, lo que contemplaron y palparon nuestras manos (…) os lo anunciamos también a vosotros (1Jn 1, 1-3).
No solo cuento con el testimonio de Poncio Pilato (que por cierto me cae muy mal por cobarde). Es San Juan, tu discípulo amado quien nos dice que te palpó, recibió tu cariño, oyó tu voz, el latir de tu corazón rebosante de cariño en la Última Cena.
·         Dile a Jesús que quieres oír su voz en tu corazón y terminas.
Propósito: auscultar el corazón de Jesús.