Después que se marcharon, un ángel del Señor se
apareció en sueños a José y le dijo: levántate, toma al Niño y a su Madre. Huye
a Egipto y quédate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al
niño para matarlo (Mt 2, 13-15).
En medio de la noche José despierta a María. Le toma con afecto
sus manos y le transmite el mensaje del ángel. Ella le mira y comprende. En
Belén hay un silencio de muerte. María, envuelta en sus blancos vestidos,
sentada sobre el borrico lleva al Niño que duerme tranquilamente en su regazo.
José busca las sombras de la noche, los caminos solitarios. María no puede
contener sus lágrimas; la muerte de tantos niños le atormenta el corazón.
·
Consuela a Jesús y a su Madre por los niños que hoy serán abortados.
Una voz se oyó en Ramá, llanto y lamento grande: es
Raquel que llora por sus hijos y no admite consuelo, porque ya no existen (Mt
2, 18).
Herodes, por desgracia, no agotó su especie. Todavía hoy son
muchos los niños inocentes que, mueren cada día, antes de nacer, víctimas de
los modernos Herodes de bata blanca. No conocerán los chupetes, ni los
abrazos ni las canciones de cuna… Me consuela pensar que para ellos, mi Madre
del Cielo —también es su Madre, les tendrá preparado un recibimiento muy
especial, lleno de besos y caricias… O ¿no fue por ellos, también, por los que
murió en la Cruz su otro Hijo, Jesús?
·
Jesús, quiero ahogar el Mal, inundarlo en abundancia de
Bien.
Propósito:
rezar por esos niños y sus pobres papás…