Al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de
Galilea, y estaba allí la Madre de Jesús. También fueron invitados a la boda
Jesús y sus discípulos (Jn 2, 1-2).
Y allí estaba la Madre de Jesús,
cuenta San Juan como de pasada. Allí estaba y sin hacerse notar, tan calladita,
como quien no quiere la cosa. ¡Fíjate cómo es nuestra Madre! ¿Te das cuenta?...
No puede estarse quieta —como todas las mamás buenas— y se mete hasta la cocina
dispuesta a echar una mano en lo que haga falta.
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¿Siento las necesidades de los demás?¡Jesús, pincha la burbuja en la que vivo!
Y, como faltó vino, la Madre de Jesús le dijo: —No
tienen vino. (…) Dijo su Madre a los sirvientes: —Haced lo que Él os diga (Jn
2, 3-5).
—A ver, ¿en qué puedo ayudar?—,
preguntó María mientras se ponía el delantal. Un cruce de miradas, el ruido
sordo de la vasija de barro raspando el fondo seco del tonel del vino, un cuchicheo
nervioso, son suficientes para que se diera cuenta de lo que sucedía: No
tienen vino (Jn 1, 3). Enseguida resolvió el problema: Haced lo que Él os diga
(Jn 1, 5) y Jesús convirtió el agua en vino. Cuántas veces en mi vida
pasa lo mismo; problemas insuperables, dificultades agobiantes...! ¿Y crees que
tu Madre, la Virgen, va a estarse quieta? Antes de que cante un gallo, ya ha
intercedido por ti, y te sopla al oído: Haced lo que Él os diga (Jn 1,
5).
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¿Hago lo que Jesús me dice en la oración? ¿Saco
propósitos?
Propósito:
hoy el propósito puede ser sacar propósitos…