Publicado originalmente el 21
de enero de 2011
Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien
Jesús tanto amaba (…) «Señor, y éste ¿qué?» (Jn 21, 20-21).
Jesús, ¡cómo me gusta verte pasear tranquilamente con San Pedro!
Seguro que le dabas las últimas instrucciones antes de tu Ascensión. Le dirías
algo así como: – Santiago Boanerges (Hijo del Trueno), como es bien bravo,
que sea el apóstol de Hispania, los entenderá bien; a mi Madre cuídamela mucho;
dentro de poco me la llevaré conmigo en cuerpo y alma al Cielo; ¡Ah! Y, por
favor, ¡no me pierdas las llaves que no tengo copia! Pero Pedro, curiosón
no pudo evitar preguntar por el otro Hijo del Trueno. Señor, y éste ¿qué?
Jesús, es lo que mismo que me pasa a mí: me encanta el shuteo, meterme
en la vida de los demás, saberlo todo de todos.
·
Pídele que te conceda
una alergia universal al chisme.
Jesús le contesta: «Si quiero que se quede hasta que Yo venga,
¿a ti qué? Tú sígueme»” (Jn 21, 22).
Y Pedro metiche salió escaldado: Jesús le contesta: «¿A
ti qué? Tú, sígueme». Y en el fondo de mi corazón, Jesús de mi alma, me
dices que no me fije tanto en lo que hace o dejan de hacer los demás ¿A ti
qué?... Incluso aunque los que me deberían ser modelos (el sacerdote,
profesores, mis padres, hermanos mayores) no me den buen ejemplo. ¿A ti
qué?...Tú, sígueme.
·
Jesús, yo te sigo aunque flaqueen los que
van delante de mí.
Propósito: No ser
metiche.