Cuando cumplieron todas las cosas mandadas en la Ley
del Señor regresaron a Galilea, a su ciudad de Nazaret (Lc 2, 39).
Jesús, cuando llega la Navidad, una de las cosas que más me
gusta además de los mazapanes, claro está— es hacer cada día un rato de oración
delante del Nacimiento. Veo las figuritas de barro, tan frágiles, tan
quebradizas y pienso que así soy yo: de barro, de barro de botijo.
Por eso, mis imágenes predilectas son las que están rotas: una lavandera sin
manos, un pastor con una sola pierna, una oveja descabezada… Cada una tiene su
historia. Con las figuras mutiladas organizo un hospital de inválidos muy
cerca del Niño. Allí, la Virgen, San José y Tú al verme descalabrado
no dejarán de conmoverse y me curarán.
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Muéstrale a Jesús tus heridas y dile que te cure.
El Niño iba creciendo y fortaleciéndose lleno de
sabiduría, y la gracia de Dios estaba en Él (Lc 2, 40).
Otra de mis figuras preferidas es un perrito que ponen en el
Nacimiento. Está sentado mirando. Nadie le hace caso pero él está ahí para
cuidarte. Me gusta imaginarme que soy ese perrito que pase desapercibido, que
camina silencioso y pasa cerca de la Virgen y de San José, y hasta se atreve a
olerte sin creérselo que ahí está Dios.
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Cuéntale cuáles son tus figuras preferidas y terminas.
Propósito:
hacer oración frente al Nacimiento.