Publicado originalmente el 30
de enero de 2011
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque
ellos serán saciados (Mt 5, 6).
El único justo eres Tú, Jesús. “Nos hiciste, Señor para ti, y
nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en ti”, escribió S.
Agustín, que buscó la “justicia” metiéndose a toda clase de cosas raras, porque
entonces no había guerrilla… Él fue un joven rebelde, como yo. Descubrió que
sólo comportarse como hijo de Dios da la felicidad. Me dices, Señor, que quiera
de verdad, no a medias; que ponga empeño como recomienda Camino: “¿Quieres
como un avaro quiere su ORO, como una madre quiere a su hijo, como un ambicioso
quiere los honores o como un pobrecito sensual su placer? –¿No? –Entonces no
quieres” (nº 360).
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Atrévete a decirle al
Señor cuánto quieres…
Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia,
porque de ellos es el Reino de los Cielos (Mt 5, 10).
Querer ser santo hasta si cuesta persecución, insulto…, o
incluso la muerte. ¡Qué poco te quiero, Jesús! A veces me amisho ante
una miradita, ante un comentario…, porque voy a Misa, porque no veo tal
programa… Me acuerdo de aquel romano, S. Tarsicio, un patojo de 11 años que
llevaba la Comunión a los cristianos presos: unos muchachos paganos lo
chicotearon hasta casi matarlo para arrebatarle el “pan de los cristianos”,
pero él protegió el relicario en el que Te llevaba, hasta que llegó un soldado
que lo defendió. Aunque murió en sus brazos y así obtuvo Reino de los cielos.
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Ojalá, Jesús, tuviera
siempre el cariño y el valor de Tarsicio….
Propósito: Dar la
cara por Ti, sin amisharme.