Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, y
hemos contemplado su gloria, (…) lleno de gracia y de verdad (Jn 1, 14).
“Darles Chickens”, en su famoso Cuento de Navidad, relata: —¡Felices
Navidades, tío! ¡Que Dios te guarde!, gritó una voz alegre. Era el sobrino de
Scrooge, un viejo tendero avaro y usurero. —¡Bah! , dijo Scrooge. La Navidad
es una farsa. —¿La Navidad es una farsa, tío? Seguro que no habéis querido
decir eso. —¡Claro que sí!, replicó Scrooge. ¡Felices Navidades! ¿Qué
derecho tienes tú a estar alegre? Eres demasiado pobre... ¡Déjame en paz
con tus Navidades…! —Aunque la Navidad no ha puesto en mi bolsillo ni una
moneda de plata, siento que me ha hecho bueno y que me hará bueno; y por
eso te digo: ¡Que Dios te bendiga!
·
¿La Navidad me hace bueno?
Os traigo una buena noticia, una gran alegría, que es
para todo el pueblo; pues os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador
que es el Mesías (Lc 2, 10-11).
Jesús, el viejo Scrooge sigue vivo en algunas personas que
pretenden amargarnos las Navidades ¡Qué triste es una Navidad sin Dios! Jesús,
quiero que también nazcas en esos corazones. Quizá tendrás que
perforar una dura costra. Ablandaré su corazón con mis oraciones porque también
son hijos de Dios.
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Pide a Jesús por todos los que tienen la cáscara amarga y terminas.
Propósito:
endulzar sin empalagar.