Publicado originalmente el 22
de enero de 2011
Volvió Jesús con sus discípulos a casa y se juntó tanta gente,
que no los dejaban ni comer (Mc 3, 20).
Jesús, no te dejaban ni comer, ni dormir, ni descansar, ni
nada... estabas “expropiado” de Ti mismo. Y Tú, tan contento. Yo,
¡fíjate!, sigo funcionando por la ley del gusto: –¡Es que no me gusta! ¡es
que no me apetece!... Como en el chiste:“–Mamá, no me gusta el abuelito…
– OK, cómete las papas, pues”. Jesús, quiero ser como Tú. Ayúdame a
quitarme caprichos, a pensar siempre en las necesidades y gustos de los demás.
·
Jesús, exprópiame de
mis gustos y de mis caprichos ¿Qué te puedo dar?
Vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus
cabales* (Mc 3, 21).
Ser cristiano, tomarse la fe en serio, con los tiempos que
corren, es una locura, pero siempre ha sido así; a los cristianos nos han
tomado siempre por locos. Jesús, Tú también tenías fama de loco. Fama bien
merecida, que nos ha llegado hasta hoy: El más grande loco que ha habido y
habrá es Él. ¿Cabe mayor locura que entregarse como Él se entrega, y a quienes
se entrega? (...) ―¡Divino Loco! ¿Cómo te
tratan los hombres?... ¿Yo mismo? (cfr. San Josemaría,
Forja 824). Jesús, te has vuelto loco... de amor. Y amor con amor se paga y
locura, con locura.
·
¿Qué locuras de amor
hago por Jesús? Piénsalo y terminas.
Propósito: Tratar
con más cariño al abuelito y… hacer locuras.
*en
sus cabales = cuerdo, lo contrario de loco.