Publicado originalmente el 26
de enero de 2011
Al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros
y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, (...) cuando salió el
sol, se abrasó. (..) Otro poco cayó entre zarzas que crecieron y lo ahogaron
(Mc 4, 3-7).
Jesús, yo de plantas y flores, nada. En mi casa son todas
plásticas –por eso de las alergias y los bichitos; además así no hay que
regarlas–. Pero ¡qué pena de semillas!: se las comieron, se abrasaron y se
ahogaron. Sospecho que estás hablando de las almas. ¿Se pueden comer las almas?
¿A qué saben? ¿Y quemar y ahogar? Parece que sí: “Viene Satanás y se lleva
la palabra sembrada”(Mc 4, 15). Jesús, el demonio está muy activo; ¡no me
dejes caer en la tentación!
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Jesús, tentaciones
tendré siempre, pero ¡que no me ponga en ocasión!
El resto cayó en tierra buena; nació, creció y dio grano; y la
cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno (Mc 4, 8).
¡Sólo una vida!: “Que tu vida no sea una vida
estéril. –Sé útil. –Deja poso. –Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu
amor. Borra, con tu vida de apóstol, la señal viscosa y sucia que dejaron los
sembradores impuros del odio. –Y enciende todos los caminos de la tierra con el
fuego de Cristo que llevas en el corazón” (S. Josemaría, Camino 1). Y
además como cantaban hace tiempo, “sólo se vive una vez… caramba”.
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Dile a Jesús las
“cosechas” de amor a Dios con las que sueñas.
Propósito: Dar
fruto.