Publicado originalmente el 16
de enero de 2011
Al
ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Éste es el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo» (Jn 1, 29).
Jesús,
estas palabras me suenan ¿No es lo que dice el sacerdote en la Misa mientras
eleva y muestra la Sagrada Forma? Siempre me han intrigado… Éste es el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Yo, venga a mirar, venga a
mirar y nada. Ni cordero ni nada. Sólo veo lo que aparentemente es solo pan.
Menos mal que mi abuela, que además de santa es sabia, me ha explicado que
aunque no lo vea, estás ahí verdadera, real y sustancialmente y que al
Evangelista San Juan le encanta llamarte Cordero de Dios. ¿Serán caprichos o
complicidades del Discípulo Amado?
·
Jesús, como te gusta, yo también te llamaré Cordero de
Dios.
Al
día siguiente estaba de nuevo Juan allí con dos de sus discípulos y, fijándose
en Jesús que pasaba dijo: «He aquí el Cordero de Dios» (Jn 1, 35-36).
Y
sigue la molestadera… ¡Otra vez el Cordero! Tu primo es reincidente. Para
empezar, los corderos no es que sean muy poderosos, no tienen cuernos, ni
veneno, ni dan miedo… ¿No hubiera sido mejor decir: “Este es el León de la
tribu de Judá” (Ap 5, 5) o “Este es el Señor de señores y Rey de reyes” (Ap
17, 14)? Si tu Primo te llama Cordero de Dios es porque te conocía bien:
Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón. Jesús, tu fuerza es
la del Amor, el Amor del que se da del todo en la Cruz.
·
Jesús, este es tu estilo: nunca te impones, sólo propones tu Amor.
Propósito: Llamar a Jesús Cordero de Dios y
aprender de Él.