Publicado originalmente el 15
de enero de 2011
Pues
nadie ha subido al Cielo, sino el que bajó del Cielo, el Hijo del Hombre (Jn 3,
13).
Jesús,
Tú bajaste del Cielo para salvarme en una Cruz. ¿Cómo es el Cielo?: El Cielo es
siempre nuevo, siempre distinto, sin cansancio y sin empalago. Es toda la luz y
el color, es la música y la dulzura, es alegría que nadie puede ya quitar. El
cielo es AMOR. Un amor que no se oxida, un amor limpio que fascina,
embellece, que es siempre como la primera vez. Y sobre todo, en el Cielo estaré
Contigo, Jesús de mi alma, para siempre. Allí, junto a María la Reina, toda
hermosura… en el Cielo, junto a los Ángeles, junto a millones de almas buenas,
eternamente felices… para siempre, para siempre.
·
Dale a Jesús las gracias por haberte abierto el cielo
con su Cruz.
Es
preciso que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea tenga
vida eterna en él. (Jn 3, 14-15)
Eres
lo único que me interesa de Esquipulas: ni el viaje, ni las cocadas, ni las
calcomanías para el carro, ni los sombreritos… ni nada, salvo Tú. Verte, Jesús,
en la Cruz y ver a tu Madre –mi Madre– de los Dolores haciéndome palpar lo
mucho que me quieres, y lo que te ha costado el amarme y abrirme el Cielo.
Quiero creer cada día más en Ti, que ni la tele, ni la Red, ni los que no van a
Misa me la hagan perder la fe… Por eso necesito también llenar de mi cabeza con
tu doctrina: la catequesis, la formación… nunca la dejaré.
·
Jesús, en mi cabeza, Tú; si no, tendré un puro
sombrerito.
Propósito: Ir a Esquipulas… y al final al cielo.