Publicado originalmente el 31
de enero de 2011
Se pasaba las noches enteras y los días por los sepulcros y por
los montes, gritando e hiriéndose con piedras (Mc 5, 5).
Jesús, gracias a mis padres que me bautizaron pronto he pasado
mucho tiempo en gracia de Dios, pero a veces siento al cachudo que me quiere
dominar, y cuando lo consigue no sólo te ofendo a Ti, sino que me hago daño a
mi mismo. Cuando pierdo el tiempo en casa –casi un mes ya de clases y aún no
me he puesto las pilas para estudiar todo cada día–, cuando molesto en
clase, cuando navego sin parar a la hora de dormir –a veces ahogándome– y a la
mañana siguiente no me puedo levantar.
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¡Señor, no quiero hacerte daño, no quiero hacerme daño!
Había allí ... una gran piara de cerdos paciendo (...) y corrieron
por la pendiente hacia el mar, donde se iban ahogando (Mc 5, 11.13).
Es verdad, Señor, a mí de vez en cuando me cuesta trabajo no
hacer caso al demonio, pero más si me rodeo de gente que está lejos de Ti, que
viven como animalitos: se preocupan sólo de su body y sus tonteras… y
acaban tirando su vida. Quiero, Jesús, con tu gracia, no arrojarlos al mar por
un precipicio, sino llevarlos al cielo como yo quiero ir: por medio del
trabajo, del servicio, con los sacramentos, y con la alegría que Tú me das… así
se irán los demonios, así se convertirán los cerditos en soldaditos de mi Dios.
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Jesús, ¡qué pena los
loquitos que se tiran por los barrancos…!
Propósito: Convertir
cerditos en soldaditos.