Publicado originalmente el 11
de enero de 2011
Cuando
el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su
doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad (Mc 1,
21-22).
Aquella
monjita había dedicado toda su larga vida a la docencia en distintos colegios,
con fama de buenísima profesora. Llevaba ya unos años jubilada cuando inesperadamente
sufrió un derrame cerebral. El sacerdote que le administró la Unción de
Enfermos quiso saber el secreto de su éxito: —¿Por qué siempre te han
querido tanto tus alumnas? (era una realidad constatable). Respuesta —Porque
yo las quiero mucho. —¿Y con las más rebeldes? (su especialidad eran las
adolescentes indómitas). Respuesta: —A esas las quiero mucho más. Es la
autoridad que da el Amor, porque, no lo podemos olvidar: sólo el Amor es
digno de Fe.
·
Pide a Jesús un corazón tamaño camioneta, donde quepa
mucha gente.
Todos
se preguntaron estupefactos: ¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo
(Mc 1, 27).
Jesús,
Tú enseñabas con la autoridad del que sabe amar. Puede más el cariño que dos
horas de pelea, “porque —como decía San Juan de la Cruz— donde no hay
amor, pon amor y sacarás amor”. Y es que, Señor, cuando creo que tengo
razón y añado la fuerza, pierdo la razón…
·
Pregunta a Jesús: ¿Dónde tengo que poner más amor? y terminas.
Propósito: Sin ser empalagoso, querer querer.