Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos,
porque andaban como oveja sin pastor, y se puso a enseñarles con calma (Mc 6,
34).
Una mosca venía desde muy lejos porque quería conocer al Niño
Dios. Le habían dicho que si se posaba en su frente, le diese un beso en
nombre de todas las moscas de la tierra. Se le hizo muy largo el
camino. Después de muchos kilómetros volando preguntó a las moscas que
encontró, por la gruta de Belén. Le dijeron que no fuera porque en el
Portal había una mula y un buey que estaban cerca del Niño y tenían malas
pulgas. Ella no se asustó y se fue hasta el Portal. Se coló por una
ventana y vio al Niño. Antes de posarse en su frente para darle el beso,
mientras revoloteaba por ahí, se lo pensó pues veía cómo la mula y el buey
empleaban sus rabos a fondo para que ninguna mosca se posase en la frente del
Niño y lo despertase.
·
Aunque no eres una mosca, aprovecha estos últimos días
de la Navidad para ver y besar al Niño Jesús.
Y se puso a enseñarles con calma (Mc 6, 34).
Esa mosca tenía mucho miedo a que la mula o el buey le diesen
con la cola un buen azote. En un momento en que estaba el Portal en calma y la
mula y el buey tranquilos, se posó en la frente del Niño y le dio un
beso. Contempló a María y a José de cerca y se sintió la mosca
más feliz del mundo.
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Agradece a Jesús que se deje besar hasta por las
moscas.
Propósito:
aprender de la mosca más feliz del mundo.