Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los
profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret (Jn 1, 45).
Una madre escribía: El otro día, Fernando, mi hijo, quiso
llevarme a su parque para enseñarme orgulloso el gran nacimiento que habían
puesto. De camino me explicaba con entusiasmo las excelencias del mismo; pero
al llegar, ¡oh!, ¡sorpresa! El Niño había desaparecido… La vuelta a casa la
pasó preocupado y enfadado, dándole vueltas a un hecho tan inquietante: Mamá,
no puede ser. ¡No tiene mérito! ¡Un Nacimiento sin Niño, no tiene mérito! Pero
vamos a ver…, ¿a quién van a adorar los Reyes adoradores?; dime, dime tú, ¿a
quién van a adorar los pastores? ¿A San José? ¡pues no!;¿a los Reyes?, ¡pues
tampoco! ¿Qué…, a la mula y al buey?
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Ni mulas, ni bueyes, ni becerros dorados. Te busco a Ti para adorarte.
Felipe le contestó: Ven y verás (Jn 1, 46).
Ante una leve insinuación sobre la posibilidad de que se lo
hubieran llevado, me respondió categórico: que no, pues los malos no se
pueden llevar a Jesús, porque no le quieren, se llevarían el resto de figuras,
que les gustarían más, porque si uno se lleva a Jesús, sería para cuidarle.
Todo acabó al llegar a casa con un: hay que investigarlo, se lo voy a contar a
papá. Porque, ya se sabe, papá lo arregla todo…
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En cada comunión te llevas a Jesús ¿Cómo le cuidas?
Propósito:
contárselo a papá.